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Graffiti: de la calle al museo, el arte urbano que transformó Nueva York

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Arte y Cultura

El graffiti, esa forma de arte urbano que comenzó a principios de la década de 1970 en las calles de Nueva York, ha recorrido un largo camino. Originalmente visto como vandalismo y perseguido por la ley, este arte callejero ha evolucionado para convertirse en un componente vital del arte contemporáneo, con obras que ahora se exhiben en museos de arte de todo el mundo.

El movimiento comenzó con jóvenes, en su mayoría adolescentes, que comenzaron a escribir sus alias en las paredes de la ciudad, en vagones de metro y en cualquier espacio disponible. Lo que inicialmente eran simples firmas se transformó rápidamente en una forma de expresión artística única, llena de creatividad. Como bien lo expresan algunos de los artistas de este movimiento, el graffiti “es como el jazz”, un arte sin reglas, creado por lo que se siente.

Entre los nombres más destacados de este fenómeno se encuentran artistas como Banksy, cuyo misterio sobre su identidad solo añade a su aura, y otros grafiteros famosos como Lady Pink (Sandra Fabara), Futura, Dondi y Lee Quiñones, quienes han logrado convertir su arte en piezas codiciadas por coleccionistas, alcanzando precios que se cuentan por miles de dólares. Estos artistas, originarios de un Nueva York sumido en una crisis económica, crearon un estilo que rápidamente cruzó fronteras, convirtiéndose en parte esencial de la cultura urbana global.

Una de las exposiciones más recientes que honra la historia del graffiti es Above Ground: Art from the Martin Wong Graffiti Collection, en el Museo de la Ciudad de Nueva York. Sean Corcoran, curador de la muestra, explica que el graffiti, tal y como lo conocemos hoy, nació en un momento de recesión económica, cuando los jóvenes comenzaron a experimentar con la pintura en aerosol. En esa época, la pintura estaba fácilmente disponible, lo que permitió que chicos de diferentes orígenes sociales comenzaran a escribir graffiti en los barrios y en el transporte público.

El movimiento se expandió rápidamente por toda la ciudad, y en lugar de ser solo una firma rápida, los grafiteros comenzaron a crear obras más elaboradas para destacarse entre la multitud. Con el tiempo, el graffiti neoyorquino fue tomando una forma propia, y los artistas comenzaron a conocerse y a compartir ideas, creando una comunidad de grafiteros que se extendió a otras ciudades. Este estilo pronto fue reconocido fuera de las calles, y las galerías de arte comenzaron a mostrar interés en este tipo de arte.

En 1972, Hugo Martínez, un estudiante de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, fundó la organización United Graffiti Artists, con la intención de organizar a los mejores artistas de Manhattan, El Bronx y Brooklyn, y darles una plataforma legal para exhibir su trabajo. En 1980, los artistas Zephyr y Futura abrieron un estudio que permitió a varios de los grafiteros más importantes de la época trabajar en lienzos, algo que muchos no habían hecho antes.

A medida que el graffiti se expandía, también cruzó fronteras y llegó a Europa. En 1979, los artistas Lee Quiñones y Fab 5 Freddy participaron en una exposición en Roma, y el movimiento se internacionalizó aún más con la primera gira internacional del Hip Hop en los 80, que llevó el graffiti a ciudades como Londres y París.

A finales de los 80, la Autoridad Metropolitana de Transporte de Nueva York (MTA) empezó a retirar los vagones de metro cubiertos de graffiti, lo que marcó el fin de una era. En su lugar, los artistas comenzaron a trasladar su arte a lienzos, lo que les permitió iniciar una carrera profesional como artistas. Así, el graffiti, que alguna vez fue considerado solo un acto de rebeldía en las calles, se ha consolidado hoy como un arte urbano respetado, con una gran presencia en las galerías y museos más importantes del mundo.

EFE

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