De México a Palestina

10 de septiembre de 2025

 Para quienes nacimos en los noventa, los famosos Gen Z y los últimos Millennials, es difícil imaginar una Ciudad de México sin su escena musical. En particular, es difícil imaginarla sin sus conciertos en el Zócalo, libres, multitudinarios y a veces contestatarios. La imagen de Roger Waters cantando con la leyenda “renuncia ya” en el fondo enviándole un mensaje a Peña Nieto y los niños con playeras que decían “derriba el muro” mientras cantaba Another Brick in the Wall, viven en nuestra memoria desde 2016. Esa es nuestra Ciudad.

 

Claro que no siempre fue así. Los baby boomers vivieron la prohibición del rock en México tras el impacto mediático del legendario Avándaro en 1971. Después del llamado Woodstock mexicano, el régimen se puso furioso. Les escandalizó tanto escuchar a 400 mil jóvenes corear “tenemos el poder” cuando Peace & Love cantó We Got the Power, que Gobernación cortó la señal de radio que transmitía el evento. En palabras de Alex Lora, quien también tocó en el festival y a quien la prensa satanizó al día siguiente acusándolo de drogado y agitador de juventudes: “la represión hizo que naciera el verdadero rock & roll, rebelde, callejero y contestatario”.

 

Esos rebeldes y contestatarios, entre tantos otros que lucharon, nos legaron una ciudad de libertades que hoy nos parecen normales, pero que, en otras latitudes, son inimaginables.

 

El fin de semana pasado vivimos el tan esperado regreso de Residente al Zócalo de la Ciudad de México. Unas cuatro horas antes del concierto, René subió una historia a su Instagram pidiendo a quienes íbamos a verlo que lleváramos banderas de Palestina “tantas como sea posible”. Su público atendió la petición. A la mitad del concierto subió al escenario la familia Abed, quienes lograron salir de Gaza hace tres meses y encontraron un nuevo hogar en nuestro país. También estuvo la embajadora palestina Nadya Rasheed. Cinco chiquitos sostuvieron su bandera frente a más de 100 mil personas. La niña gritó “¡alto al genocidio!” y el grito en respuesta de las y los que estábamos en la plancha del Zócalo se escuchó como si fuera una sola voz. “¡Palestina libre!”

 

El mundo está siendo testigo de un genocidio televisado. Basta con entrar a las redes sociales y deslizar unos minutos para encontrar imágenes terribles de territorios bombardeados y miles de personas desplazadas intentando sobrevivir al ejército israelí. Hace unos meses en una entrevista con Pablo Iglesias le pregunté cómo podemos convivir con estas imágenes a diario sin perder la esperanza en la humanidad. ¿Hemos perdido la sensibilidad? Su respuesta fue precisa, “tan no la hemos perdido, que el gobierno de Israel no deja entrar periodistas a Gaza”. Agregaría hoy que, tan no la hemos perdido, que la muy mediática flotilla que lleva ayuda humanitaria a Gaza con 250 tripulantes de 45 países a quienes Israel llama “terroristas” ha recibido dos ataques en las últimas 48 horas.

 

No son pocas las muestras de solidaridad y las protestas que le exigen a la comunidad internacional detener el infierno que desató Benjamín Netanyahu el 7 de octubre de 2023, ni son pocas las personas que han sido brutalmente reprimidas por manifestarse en Reino Unido, en Egipto, Jordania, Alemania, Francia y en Estados Unidos. Esa libertad tan básica pero tan valiosa que es la protesta parece no aplicarse en el autonombrado “mundo libre” si se trata de la cuestión palestina.

 

Está por llegar otro 7 de octubre y los organismos internacionales siguen demostrando su incapacidad para detener el horror, le siguen fallando a Palestinacomo le fallaron a los 50 mil niños bombardeados y a los más de 270 periodistas asesinados.

 

Como humanidad tenemos una responsabilidad histórica de no voltear la mirada, de seguirnos conmoviendo, de indignarnos y no dejar de hablar del genocidio por mucho que pueda incomodar. Aunque parezca poco, el sábado pasado desde la Ciudad de México mandamos un mensaje potente al gran pueblo palestino y al resto del mundo entre las letras de René. Porque, mientras el mundo calla y los gobiernos reprimen, en México seguimos uniendo la música a la protesta, y la protesta a la empatía. Desde el Zócalo dejamos claro, como lo hemos hecho frente a tantas injusticias, que nunca seremos ajenos al dolor del mundo.

 

Que nunca nos falte en México la música, la libertad y los espacios que nos permitan expresar el repudio a la violencia, al odio programado y a todo lo que nos aleja de una humanidad compartida.

 

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