Menos el domingo

23 de septiembre de 2025

Como un buzón personal, a donde van las remembranzas que se antoja melancolía, ¿será esta la palabra correcta? ¿O cómo se dice sobre las palabras que se juntan y al leerlas nos llenan de nostalgias?

Josefa Isabel Rojas Molina nos lleva de un lado al otro, como si en cada latido de su corazón nos construyera un recoveco para el recado, esas mariposas de la memoria, de los días con alas. La intimidad y sus nombres, las personas todas, o casi todas, que viajan en el vagón interior de su pecho.

Qué bueno que escribes, Josefa. Y qué bueno que nos compartes todos los días, ¿menos el domingo?

Ya, menos el domingo es ese verso que suena desde esa radio de onda corta y de bulbos, suena desde el patio o la sala de tu casa, suena desde las tristezas y alegrías, y como para que el tiempo no te arrebate su sonido, existen los versos y las prosas contenidas en este libro que ahora presentamos. Qué bueno, Josefa, que nos compartes las postales como recados impresos detrás de una fotografía.

O dentro de un jardín, o allá en la frontera de madrugada posterior a una cena y un pasillo de hotel donde la memoria es el solo de un saxofón. El cuerpo que aspira a la ventana ante la necesidad del viento. El deseo de volar.

La diversidad de temas, muchos casi todos. Insisto, desde esos latidos como música, porque la vibración es una carretera en el cuerpo que desencadena en la punta de los dedos, después a la hoja que son los libros. Como un dardo que oprime de nostalgia y soltarlo porque la piel ya no puede contenerlo, soltarlo, sí, pero sujetarlo, retenerlo dentro del buzón de la melancolía, ¿o cómo es esa palabra de la que les preguntaba?

¿Cuántas veces tu mirada vuelve al jardín de madre doña Socorro?, ¿cuántas veces el sonido del tren llega para oprimirte los sentidos con sus más dulces notas de recuerdo? ¿Por qué pregunto esto?, debe ser que pienso y siento que son elementos como punto de partida para la reconstrucción de la vida impresa en este libro que por nombre lleva menos el domingo (ediciones del MAMBOROCK 2024). Y pregunto porque en cada palabra que te leo recuerdo las palabras de Santiago tu padre que una vez me dijo: Josefa es la ley, en la palabra. Y entonces los ojos que se le abotagaron. Y yo con el privilegio apretujado entre mis manos, fuertemente, para que el momento se me escape jamás.

De Santiago a Abiagel Bohórquez, la poesía es un binomio en dos nombres trascendentales. Y habitan aquí, en estas páginas.

De la Pina al Luis Rey, ¿puede ser que me equivoque? La lectura, dicen, es una continuación de la creación de la escritura que proponen los y las poetas. ¿Será?

De las locaciones a lo entrañable de la intimidad, de las confesiones para sí misma a la revelación – continuación de un estilo que no se construye por pretensión, más bien que emerge con la naturaleza del deseo de decir.

Josefa no deja, no dejes, de ser la niña que se refleja en tus manos. Vuele a escribir, vuelca los recuerdos para que se nos conviertan en instante del ahora mientras te leemos una y otra vez. Dinos lo que pasa dentro y fuera de ti, así, con esa holgura que es finura porque simplemente la pretensión es un vocablo que nunca nunca nunca comulgará con tu memoria.

Josefa: adivina en qué momento de lo anterior te mentí.

 

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